Luego de más de una década de lucha interna en Siria, las fuerzas rebeldes, de bases fundamentalistas yihadistas (extremismo religioso), se habrían apoderado de la capital del país, Damasco, hecho que propició la huida, con paradero desconocido, del presidente Bashar al Assad, quien gobernó más de 20 años dicha nación y que era calificado como un dictador por los gobiernos occidentales.

Quienes manejan la burocracia y las entidades públicas en Siria solicitaron a la dirigencia rebelde no generar el caos institucional y mantenerse en calma hasta que se establezca una adecuada transferencia del poder a sus manos.