Kokichi Otani fue el nombre dado por las autoridades nacionales al Hospital Básico de Vilcabamba en la década de 1980, como agradecimiento por el millonario aporte económico brindado por ese filántropo japonés para la construcción de esa casa de salud.

Hoy, tras casi una década de habérsele eliminado el nombre del benefactor nipón, siguen sumándose las voces ciudadanas en Vilcabamba que quieren que se restituya al hospital local el denominativo institucional suprimido en tiempos de Rafael Correa.

Y el clamor ciudadano se da no únicamente por la herencia histórica y el reconocimiento a quien, no siendo nacido en el país, hizo mucho por él. Fines prácticos también son parte del esquema que subyace tras la iniciativa, cuyo logro dependerá de las actuales autoridades de gobierno.

Uno de los objetivos es que, restituido el nombre del filántropo, el gobierno de Japón y muchas otras entidades públicas y privadas internacionales regresen como benefactores de esa casa de salud, lo cual le podría generar un notorio crecimiento institucional y profesional.  

Otani donó unos 20 millones de sucres para la construcción del hospital, cuya inauguración se registró en octubre de 1980. Esos 20 millones, convertidos a dólares de la época y con el ajuste inflacionario, hoy equivaldrían a más de 2 millones de la moneda americana.

Pero Otani no se conformó con dar de su capital para el proyecto físico. Él tenía en alta consideración la riqueza natural de Vilcabamba y pensaba que esta tierra era especial en cuanto a brindar condiciones para alcanzar la longevidad, meta de vida muy apreciada por la cultura japonesa.

Por eso, él continuó aportando equipos, contactos institucionales y gubernamentales para dotar al hospital de Vilcabamba de mayores recursos. Se dice, incluso, que habría tenido la intención, en algún momento de su vida, de edificar una infraestructura para albergar a profesionales que estudien la razón del buen desempeño coronario en personas de edad avanzada radicadas en esta zona del mundo.